En términos estrictos un fideicomiso es un contrato mediante el cual una persona física o moral transmite la titularidad de ciertos bienes y derechos a una institución fiduciaria autorizada.
Pero pongámoslo en términos más simples. Imaginemos al fideicomiso como un contenedor especial para pertenencias. Ahí se colocan artículos valiosos, como dinero o propiedades.
Este contenedor se le designa a alguien llamado “fideicomisario” con la finalidad de que se encargue de su manejo.
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El trabajo de esta persona consiste en administrar y proteger las cosas de acuerdo con las instrucciones, que el propietario del contenedor escribe en un documento legal llamado “acuerdo de fideicomiso”.
El fideicomiso puede tener reglas sobre cuándo y cómo se deben usar o compartir las pertenencias y quién debe recibirlas. Es un poco cómo escribir una carta al administrador, diciéndole lo que se quiere que suceda con las pertenencias, incluso si es en vida.
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Un fideicomiso es útil porque puede garantizar que los activos de una persona se utilicen de la manera que desee, incluso si no puedes administrarlos tú mismo.
De igual forma, este instrumento se puede utilizar para transmitir un patrimonio a la familia, apoyar una causa benéfica o administrar activos si alguien ya no puede hacerlo.
En resumen, un fideicomiso es una herramienta que ayuda a proteger y distribuir los activos según los deseos de una persona, el cual es administrado por alguien en quien se confía para llevar a cabo la voluntad e instrucciones.
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De acuerdo con Actinver, existen cuatro tipos de fideicomiso más destacados en México: